Todos hemos experimentado la sombra alguna vez. Ese espacio oscuro virtual que se forma lentamente encima y en torno a nosotros, como reflejo de las vivencias dolorosas, el miedo, las broncas, lo no expresado.

Comienza casi como un espectro en nuestro campo de energía vital electromagnética, pero va creciendo; conforme a cuánto nos acostumbremos a verla y portarla. Pero también a cuánto le demos de comer. Se alimenta de la resignación, de la queja, del sufrimiento como hábito, del maltrato. Necesita de nuestro cuerpo físico para doblegarlo y generar la figura de la víctima; y de nuestro bolsillo porque para
sostenerse nos insume costos en salud y consumos materiales innecesarios.

Y comienza a ser una parte tan indivisible de uno, que, muchas veces no sólo nos acostumbramos a llevarla, sino que, más bien, la creemos necesaria. Y nuestros días con ella van haciendo lo que hace la sombra, van oscureciéndose, enfriándose, perdiendo brillo, opacándose.

Pero, ¿sabés cuál es la parte buena de la historia? La sombra es débil y le teme a la luz, porque ésta ¡siempre gana! Entonces, si le hacemos espacio, si miramos por una hendija, ahí la vemos a ella, con todo su esplendor, encegueciéndonos por el deshábito de verla a cara lavada; feliz, radiante, y serena.

Así es la Luz: ¡no le tiene miedo a ninguna sombra! Ella siempre está cerca, alrededor nuestro, invitándonos a vivir, a brillar, a devolvernos la magia, la inocencia, la frescura ¡y la paz!! Es gratis, infinita y se brinda a todos sin distinción, pero con una gran condición: que la dejes pasar por la puerta grande con decisión y amor a la vida.

Ella te va a desalojar la sombra a cambio de tu sonrisa y tu confianza. Pide mucho, no es poco; es cierto, pero ¿no suena bien el negocio? Si te tentaste, sacudite, literalmente parate y sacudite, aflojá la sombra que está apenas adherida a tus cuerpos y dale lugar a que se filtre la luz, que vaya entrando que aliviane las cargas de la mochila pesada de la sombra.

Ella interactúa con lo inmaterial de nuestro ser, no necesita el cuerpo; y una vez a pleno, de frente, sin anteojos de sol, dale la bienvenida, bendecila y prepárate. Porque una vez que la conociste, que entró en tu vida, no la vas a dejar ir; es un viaje de ida al que todos tenemos derecho de viajar.

Que se quede a vivir con vos para siempre y nunca se apague; porque ella a diferencia de la sombra, crece si la compartís, se multiplica, se expande.

Respirá hondo, abrí tu corazón y sentí su llegada. Y ahora, solo dedicate a ser feliz…

Luciana Poisot
Author: Luciana Poisot