Las terapias manuales constituyen una de las primeras prácticas médicas. Su uso como tal se remonta a tiempos milenarios.
Aún en la actualidad continúa siendo una técnica casi instintiva a la que recurrimos en casos de dolor y malestar. La utilización de esta práctica en forma sistematizada con fines terapéuticos es uno de los métodos más seguros, inocuos y efectivos de tratamientos de muchas afecciones.
Con el masaje se pueden aliviar dolores y tensiones, mejorar la circulación en general y favorecer el retorno de los líquidos; facilitar la renovación de la piel por su efecto exfoliante; y siempre, en cualquier localización que se lo realice, estimular las terminaciones nerviosas de la piel, generando una sensación de confort y placer, que potencia los beneficios aportados por sus aplicaciones específicas.
En el gabinete del profesional se lo practica con distintos fines:
- Terapéutico: descontracturante, posterior a una lesión.
- Estético: drenaje linfático, masaje modelador y reductor.
- Relajante: técnicas sedantes y armonizantes.
El uso de esta práctica adquiere especial importancia en personas imposibilitadas de cumplir con un tratamiento médico convencional, inmovilizadas, o como complemento de terapias muy complejas, especialmente las más invasivas. Pero en general está indicado en todo tipo de pacientes, cualquiera sea su objetivo.
En todos los tipos de masajes, y en todos los casos, el resultado es efectivo y confiable. Del mismo modo, constituye muchas veces una caricia para el alma.
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